Cuando los JRPG dominaban el mundo
Ya ha pasado más de un año y medio desde que Project Octopath Traveler de Square Enix mostrara orgulloso y pleno de nostalgia su arquetípico apartado gráfico. Es cierto que el ingenioso juego con los planos y la profundidad le otorgaba personalidad propia, pero si nos fijábamos en los escenarios, las texturas de los elementos y la apariencia de los personajes, los JRPG por turnos de mediados de los 90 acudían a nuestra mente, y más concretamente Final Fantasy VI. De pronto, el sagrado género, o uno de ellos, volvía a irrumpir en nuestras vidas, regresaba del exilio para recordarnos un legado que jamás deberíamos olvidar.
Yo por lo menos nunca lo haré, aunque reconozco que desde hace algún lustro que otro vivo algo apartado de los JRPG. Quizá sea por el atracón que me di en su día, o porque con el paso del tiempo la mayoría de sus exponentes ha perdido gran parte de su encanto, debido principalmente a unos sistemas de combate muy enrevesados o historias poco convincentes, nada que ver con aquellos embriagadores guiones de mediados de la década ya mencionada. Eso no quita que guarde un excelente recuerdo de titulazos como Eternal Sonata, Infinite Undiscovery, Tales of Vesperia, los últimos Star Ocean o el genial FFXV, sí, a mí me encantó. Pero volvamos al origen, a la etapa en la que descubrí los tres Final Fantasy Legend de Game Boy, o el más memorable Final Fantasy IV de SFC o FFII en USA. Poco a poco el género fue haciendo mella en mí, al igual que sus variantes Action RPG tipo Secret of Mana. Todo esto fue importante, pero el verdadero punto de inflexión y admiración extrema hacia los JRPG -principalmente en SNES-, tuvo lugar a los mandos de un casi indomable FFVI japonés. La melodía Terra’s Theme y los mechas surcando con dificultad los campos nevados se me clavó en el alma, y me dejó una profunda y bendita herida para siempre.
Meses más tarde apareció la versión USA, FFIII, y ya pude dar rienda suelta a mi ansiedad por sentir en todo su esplendor el, posiblemente, mejor episodio de la saga. Poco después llegaría su majestad Chrono Trigger, o el desternillante Earthbound y, por si esto fuera poco, el idilio continuó aderezado por interesantes lanzamientos traducidos al castellano como Illusion of Time/Gaia, Lufia, Secret of Evermore o el magnífico Terranigma. Sin olvidarnos, por supuesto, de tesoros exclusivos para Japón de Super Famicom como Star Ocean, Tales of Phantasia –que también guarda cierta similitud visual con Octopath Traveler– o los correspondientes episodios de Romancing SaGa o Dragon Quest. Me dejo muchos en el tintero digital de aquella gloriosa etapa, pero he intentado centrarme en los que más me influyeron. Podríamos incluso meter en el saco algunas apuestas tempranas de 32 bits como Beyond the Beyond, Wild Arms o el primer Arc the Lad, aunque este último mostraba un sistema de combate más estratégico. Que cada uno haga su lista particular, el resultado será el mismo, Octopath Traveler es un claro homenaje a aquella etapa, a aquellos jugadores y, sobre todo a Final Fantasy VI, tal y como comentó Masashi Takahashi, productor del juego, en declaraciones a jeuxvideo.com