Espagueti shooter en toda su gloria
Dicho con todo el cariño del mundo, por supuesto. Después de introducir algunos créditos ficticios y ser perseguido por la voz sintetizada y su insistente frase “Press start button please”, es momento de surcar los cielos de este olvidado y exótico shooter. La primera fase hacía gala de un scroll horizontal forzado, al más puro estilo Scramble, con pequeños arácnidos multicolor que surgían desde cualquier zona de la pantalla acompañados por su correspondiente telaraña. Tanto la criatura en sí como su tela resultaban letales al contacto con la aparatosa nave, así que lo mejor era limpiar el molesto rastro y mantener siempre despejada la vía de avance hacia la derecha. Si conservábamos una posición más o menos centrada en pantalla, resultaba bastante sencillo completar esta sección inicial sin perder ni una sola vida. Tanto los efectos de sonido -sobre todo los rotundos disparos y el siseo de las telas de araña cruzando la pantalla-, como una célebre y ominosa melodía que tardaba una eternidad en arrancar -en la fase dos lo hacía-, servían de perfecto caldo de cultivo acústico al ecosistema arácnido y opresivo de Scorpion.
Llegados a este punto, la barra de fuel apenas nos había creado el más mínimo quebradero de cabeza. Otro detalle curioso de la recreativa de Zaccaria: la nave contaba con disparo normal infinito y misiles limitados, más poderosos y que había que reservar para los enfrentamientos contra los final bosses. La fase dos era una especie de duelo frente a un mid boss en forma de trío arácnido, apoyado por otras molestas arañas periféricas, que intentaba encerrarnos en su tela de araña concéntrica y menguante. Aquí el desarrollo cambiaba completamente, todo transcurría en una sola pantalla y nuestra nave podía moverse en las cuatro direcciones básicas. El objetivo, abatir tres veces a la araña verde y roja del letal trío. No resultaba demasiado difícil. Otro dato importante, en la fase dos, la BSO arrancaba de una vez por todas para ofrecer en todo su esplendor la Cabalgata de las valquirias de Wagner. Por fin llegaba la tercera sección del juego, tras un mínimo recorrido horizontal aparecía el primer final boss, uno de los grandes culpables de que Scorpion no haya abandonado mi cabeza jamás y de que la coin-op recibiera ese nombre. El tamaño del escorpión, en aquel entonces, era imponente y sus colores, antes y ahora, demasiado festivos para mi gusto. El control de la nave volvía a ser multidireccional y nuestra meta era acabar con las arañas guardianas que custodiaban al gigantesco escorpión y enviar un certero misil hacia sus mandíbulas, además de evitar los minúsculos y casi indetectables proyectiles enemigos.
Cuarta fase, la barra de fuel, que tan bien se había portado hasta entonces, comienza a dar señales de vida. El gameflow vuelve a cambiar, el scroll, ahora horizontal y pasivo, está totalmente gobernado por el avance o retroceso de nuestra nave, ¡sí, se podía retroceder e incluso quedarnos parados! Este cuarto sector de Scorpion estaba dividido en dos sinuosos recorridos cavernarios y ambos te obligaban a encontrar el depósito de fuel correspondiente para no quedarte sin combustible. Pero sin dramas de ningún tipo, había tiempo de sobra para conseguirlo, además el sonido que indicaba la falta de fuel (Alarm!) era tan desagradable que hacías todo lo posible por remediar tal situación. A esto hay que añadir unas cuantas arañas que tejían sus redes estratégicamente a lo largo y alto del escenario. La segunda variable añadía un inesperado cambio de paleta de color y unos inoportunos escorpiones encargados de bloquear las opciones de avance de forma aleatoria. Aquí es donde se utilizaba el truco al que hago referencia en el pie de foto de la fase 4, segunda variante. Cuando un escorpión tapone tu avance, retrocede un poco y vuelve a avanzar hasta que aparezca en otra zona de la pantalla. Más arañas tejedoras y más fuel que recoger, pero la posibilidad de gestionar el scroll con los movimientos de nuestra nave seguía garantizando un nivel de dificultad bastante asequible.
Y entonces llegaba el último nivel, el final boss de verdad, la súper araña más colorista del mundo y, de nuevo, custodiada por arácnidos menores. Todo volvía a acontecer en una sola pantalla, gestionado por el movimiento multidireccional de nuestra nave. Las redes de la gran bestia avanzaban inexorablemente hacia ti y además contaba con una pequeña protección de telaraña delante de sus quelíceros, así que había que despejar el camino a disparo limpio y enviar un misil hacia sus mandíbulas. Todo ello acompañado por una melodía enloquecida y la danza mortal de sus inquietas guardianas a tu alrededor. Una vez abatida la gran araña, volvías a coger las riendas del scroll y tras acabar con el resto de arácnidos menores avanzabas hacia la derecha hasta descubrir la palabra “Congratulations”. Habías completado un loop de Scorpion, los siguientes serían más frenéticos, intensos y complicados, pero sin exagerar.
Así era, en resumen, una partida completa a Scorpion, una experiencia que podía durar poco más de cuatro minutos si la completabas sin perder vidas. No era excesivamente exigente, pero sí variado y original a la hora de plantear la estructura y desarrollo de cada fase, así como el control de la nave protagonista. Como datos finales añadir que la detección era decente aunque mejorable, que las explosiones ofrecían más colores de los necesarios (detalle sin importancia, por cierto), que la nave cobraba vida si permanecíamos quietos unos instantes y que podíamos continuar la partida si pulsábamos a la vez ambos botones de elección de número de jugadores.
Ha sido bonito reencontrarme con uno de los grandes enigmas de mi adolescencia lúdica, un pasaje casi omitido en forma de shooter 2D que ya apenas mantenía un par de retazos gráficos en mi mente. De nuevo le doy las gracias a mi hermano Jasón por haber localizado tan rápido este colorista y entrañable Scorpion, publicado por Zaccaria programado por I.G.R. Es hora de archivar, por fin, este expediente X de mi colección particular y animaros a profundizar en vuestros recuerdos en busca de esas máquinas olvidadas que todavía resuenan, a la espera de ser encontradas de nuevo, en los infinitos y a la vez desdibujados salones recreativos de la memoria.