Yharnam nos espera
O quizá debería decir, nos acecha. Desde los primeros pasos tendremos que ser cautos y metódicos en la exploración. Los enemigos siempre restan energía y si nos rodean estamos perdidos. Eso sin contar con alguna mala bestia que será mejor evitar hasta que nuestro personaje haya crecido en parámetros de Vitalidad, Aguante, Fuerza, Habilidad, Viveza de sangre y/o Arcano. Lo mejor, recorrer sus calles una y otra vez, para sentirnos cómodos con su trazado y de paso encontrar ítems, NPCs, atajos, ascensores, algún secreto y otras vías de escape a zonas letales. El conocimiento de lo que nos rodea es clave para coger las riendas de una bestia indomable e inmisericorde como Bloodborne.
La forma de combatir ha cambiado notablemente, nuestro amigo el escudo no aparece, bueno sí, de madera y muy limitado, por lo que tendremos que adaptarnos a un nuevo orden de lucha. Contamos con un arma principal en la mano derecha, de doble función, y otra de fuego en la mano izquierda. Aquello de que la mejor defensa es un buen ataque se cumple a rajatabla. Podremos recuperar parte de la energía perdida en un impacto enemigo si rápidamente asestamos otro golpe. La pasividad no es buena, pero no vale lanzarse a repartir a lo loco, la estrategia sigue siendo esencial. Esa danza a vida o muerte cobra especial intensidad, visceralidad, presión y tensión con el nuevo sistema, y nos obliga a dominar el timing y el ataque inteligentes. También podremos realizar ataques cargados y viscerales, que requieren algo de práctica pero son letales. Una vez dominadas estas técnicas, combatir resultará más dinámico y satisfactorio que en sus predecesores. Dos reglas básicas: la moneda de cambio son los Ecos de sangre y hay que llevar siempre suficientes viales de sangre y balas de mercurio.
Como bien advierte su significado, Bloodborne se transmite por la sangre
Centrémonos ahora en las calles de Yharnam y las emociones que transmiten. El dominio arquitectónico de From Software está fuera de toda duda y en el caso de Bloodborne te hace sentir aún más pequeño, indefenso e insignificante. Su grandiosidad te subyuga y su marcado estilo victoriano -puro neogótico-, monumental y retorcido a más no poder, se apropiará de nuestros torturados sentidos al fijarnos en cada detalle, creando una ambientación estructural jamás experimentada. Atrás quedó esa apariencia de sabor medieval de sus míticos antecesores. La zona de confort auditivo tampoco existe. Jugar con cascos será perjudicial para nuestra cordura pero totalmente necesario para captar el terror y la incertidumbre que nos circunscribe en todo momento. Bloodborne interpreta el entramado emocional de los survival horror a su manera, y lo hace magistralmente. El sonido ambiente que gobierna Yharnam es tremendamente perturbador, nos machaca y alcanza las más remotas moradas del alma, haciéndonos sentir aún más vulnerables y generando una experiencia auditiva complicada de gestionar emocionalmente. Lamentos, campanas lejanas, voces impías, arrastrar pesado de objetos, el crepitar del fuego… Y de nuevo en compañía de una BSO silente que cobra protagonismo en los combates. Arquitectura netamente opresiva y plena de verticalidad, audio descorazonador. La campana de irrealidad de Yharnam se cierne sobre nosotros.
El primer contacto con la ciudad maldita nos dejará una serie de postales imborrables: la plaza donde arde una gran bestia, el lento deambular de los habitantes, los recovecos de las avenidas, los callejones sombríos, las clásicas palancas y ascensores, un puente en decadencia sembrado de enormes carruajes… Sin olvidarnos de emblemáticas bestias como lobos, gigantes, el ejecutor del hacha o un cerdo de varias toneladas que romperá nuestros esquemas. Como tormento final, los dos primeros bosses. Son los límites claustrofóbicos que impone From Software y que, una vez eliminados, se convierten en agorafobia pura. Sí, hemos acabado con los primeros grandes obstáculos, pero nos esperan muchos más y peores. Encendamos la melancólica lámpara y tomemos un merecido descanso.